Las noches sin dormir, compaginar el cuidado del bebé con el trabajo, la pareja… Tras el nacimiento de un hijo, son muchas las madres que sienten esa sensación de que “no llegan a todo”. Tal y como destaca Andrea Zambrano, colaboradora de smartsalus.com y especialista en coaching para padres, el nivel de exigencia alcanza máximos y bloquea a la madre en el día a día. ¿La clave? No ser una madre perfecta
Noches enteras prácticamente en vela, rendir en el trabajo, la pareja,… a veces, con la llegada de un bebé, muchas madres tienen la sensación de que la situación les supera y no son capaces de realizarlo todo de un modo correcto o como se piensa que debería ser. Según, Andrea Zambrano, colaboradora de smartsalus.com y especialista en coaching para padres, en esos momentos, el sentimiento de culpa aflora y bloquea. La clave está en saber canalizar esas emociones y aprovechar la información que nos dan.
Las emociones no son buenas ni malas
Tal y como destaca la coach “tener un bebé te lleva a conocer tus propios límites: te lleva a veces perder los nervios, a pensar que la situación te supera, a culparte por perder la paciencia y pensar que no lo estás haciendo bien. De hecho, cuando eres madre te culpas por un sinfín de cosas”. En este sentido, la experta afirma que las emociones nunca son buenas ni malas, siempre traen información, “por eso hay que darse permiso a sentirlas y a expresarlas”.
Sentimiento de culpa
Llegados al punto de sentirse culpable, Zambrano recomienda pararse a reflexionar y considerar que lo mejor es no pretender ser una madre perfecta, “hay que darse permiso a ser humana, a aprender de las debilidades para procurar hacerlo mejor la próxima vez. No ser una madre perfecta sino completa, con fallos y virtudes. Con fallos que sirvan para que los hijos aprendan de ellos. No es necesario ser perfecto para ser valioso”.
Reconocer la imperfección
Tal y como recuerda la coach, todo ser humano tiene sus limitaciones. La clave está en saber reconocerlas y hacerse responsable de ellas. Esto ayudará a conectar más con uno mismo y con los hijos y a sobrellevar mejor las situaciones y a poder expresar lo que se siente sin culpa ni reproches, “la culpa es algo que las madres suelen tener muy a mano, y no ayuda. Es una de las emociones más tóxicas y destructivas que hay”.
Olvidar la presión de la perfección
En definitiva, el cometido, según la coach, no es ser una madre perfecta, sino ser el mejor apoyo posible para los hijos, “ser un espejo donde se puedan mirar para coger lo que les sirva, y aprender de lo que no”. El objetivo es que aprendan a ser independientes, y que crezcan con autoestima, empatía, humildad, generosidad y sin la presión de tener que ser perfectos, “y para ello, hay que hacerlo así con uno mismo”.