Es poco habitual que las personas que practican deporte o quieren iniciarse en cualquier actividad física realicen una prueba de esfuerzo. Lo consideran como algo que sólo hacen los futbolistas o deportistas de élite. Desconocen que no hacerla puede suponer un riesgo para su salud pues no saben si están en las condiciones adecuadas que se necesitan para ello.
Realizar deporte de forma inadecuada o sin contar con la preparación física mínima es sinónimo de asumir un riesgo que puede derivar en graves problemas de salud en el peor de los casos. A veces la dolencia ya está presente en el cuerpo por lo que es adecuado conocerla de antemano. Es por ello que hacerse una prueba de esfuerzo es algo que debemos tener en mente antes de iniciarnos o reiniciarnos en nuestra práctica deportiva.
Es común encontrarse con casos de personas que quieren iniciar una actividad física de manera constante pero que padecen problemas cardíacos o cardiovasculares. Incluso se da en casos donde esas personas llevan años practicando actividades deportivas pero desconocían que tenían ese inconveniente, pudiendo agravarlo al seguir con esas intensidades tan fuertes. Este chequeo también está pensado para aquellos atletas que quieren incrementar su carga de trabajo pero no son conscientes de cuál es el tope que tienen o el umbral donde van a sacar un mayor rendimiento a su actividad.
Conviene realizarse una prueba de esfuerzo cada dos o tres años para comprobar que todo está correcto y no se han producido cambios severos en el organismo. También es común que los cuerpos se vayan adaptando y evolucionando, por lo que al cabo de ese tiempo los márgenes pueden haber variado.
Ésta suele realizarse en una bicicleta estática o una cinta de correr, siendo más habitual esta última. El paciente lleva una máscara mientras está en pleno funcionamiento para analizar sus constantes vitales así como la velocidad del flujo de aire en función del volumen pulmonar. La intensidad se va incrementando de forma progresiva cada minuto, finalizando al cuarto de hora aproximadamente. En el proceso también se recogen muestras sanguíneas donde se evalúan los datos de lactato que genera el organismo.
En este test se comprueba cual es la frecuencia cardiaca máxima que tiene cada persona, la cual no depende de la edad, como se suele comentar erróneamente. Cada individuo es totalmente diferente y puede variar aunque tengan los mismos años. Saber el tope de latidos que puede dar el corazón permite poder tener un ritmo de trabajo más adecuado.
Otros datos muy relevantes que se extraen de la prueba de esfuerzo son los índices de umbral aeróbico y anaeróbico. El primero muestra la zona de pulsaciones donde el cuerpo debe entrenar para ganar resistencia mientras que el segundo es aquel donde el organismo empieza a fatigarse y generar grandes cantidades de lactato. Además en la prueba se conoce cuánto oxígeno es capaz de asimilar el cuerpo. Cuanto mayor sea el resultado más capacidad de resistencia se tiene.