La comida y la cena, además de ser necesarias, deberías ser por sí mismas actividades placenteras y sociales si se vive en familia. Cuando irrumpe la televisión en escena, pasan a ser momentos secundarios e inconscientes que le restan la importancia que tienen y se dejan influir por otros elementos que no siempre son favorables a una alimentación saludable.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de otros elementos?
La publicidad es uno de ellos. Según estudios realizados sobre los anuncios que se emiten en televisión y que se dirigen al público infantil y adolescente, encontramos mensajes que bombardean de forma continuada con productos que contienen un exceso de azúcar y grasa y que en nada contribuyen a una dieta saludable. La mayoría de estos alimentos que “venden” energía, vitalidad y salud, no son en absoluto lo que trasmiten. Sentar a un niño ante el televisor para procurar que esté entretenido mientras come, le hará objetivo de la publicidad y a su vez orientará la compra de sus padres en torno a sus deseos condicionados por la visión de los anuncios.
Otros elementos que influyen en una alimentación nada equilibrada, son el descontrol en la cantidad de comida que se ingiere y el tipo de alimento. Estar sentado ante la televisión suele producir una mayor ingesta en cuanto a cantidad y una peor ingesta en cuanto a calidad. Cuando la concentración se fija en la pantalla se come de forma inconsciente sin tener la percepción concreta de las cantidades, por lo que se come más y la elección de alimentos es menos saludable.
De todo esto deducimos que la mejor manera de comer y cenar, es hacerlo en torno a una mesa con la familia y sin tele. La comunicación y la educación alimenticia se hace de esta manera. De hecho se sabe que cuando se come en familia aumenta en los niños la cantidad de frutas y verduras que ingieren y sus dietas son más ricas, variadas y saludables.