El botox, archiconocido por su importancia en los tratamientos estéticos, ha resultado ser un excelente remedio para la migraña.
La migraña es un mal que actualmente padece un 2% de la población, supone padecer 15 días de cefaleas con 8 de migrañas en un periodo de uno a tres meses. Se sabe que el origen de la migraña es genético, pero que necesita algunos condicionantes para desarrollarse. Incapacita a quien la padece, merma en gran manera su calidad de vida y de momento no tiene cura.
Botox y migraña
La toxina botulínica A o botox, funciona a través de la inhibición de un neurotransmisor el CGRP, que cuando se libera produce la contracción de los músculos controlando el exceso de actividad nerviosa que produce la migraña y otras enfermedades como el exceso de sudoración o la incontinencia urinaria.
Se descubrieron sus efectos de una forma casual, cuando se comprobó que las personas que utilizaban la toxina para su uso estético notaban alivio en otros síntomas característicos de dolencias como la migraña entre otras.
Los efectos de la aplicación del botox son realmente importantes, ya que en el 70% de los casos la reducción de las cefaleas ha disminuido a la mitad, ahorrando una media de 150 horas de dolor a los pacientes y reduciendo la ingesta de fármacos de diez a dos.
Los beneficios aparte de los relacionados con la enfermedad directamente se trasladan también a la seguridad que puede suponer para enfermos con obesidad, hipertensión o asma, no tener que consumir medicaciones que por sus efectos secundarios, pueden alterar estas enfermedades.
También su aspecto económico es digno de tener en cuenta debido al ahorro que supone la disminución en el consumo de medicamentos y en las visitas tanto al médico de familia como a urgencias.
Para su aplicación son necesarias inyecciones de aguja fina que se repetirán cada tres meses que es lo que viene durando su efecto.
Sus efectos secundarios son leves y pasajeros. Consisten en alguna posible inflamación local, algún mareo, o debilidad transitoria de algún músculo…).